Ernest Hemingway
Barcelona, Editorial Planeta, 4ª ed. 1982 (1ª en 1978, original de 1940), 413 p.
La desgracia más grande que le puede ocurrir a un país es una guerra civil. Se desbordan los odios, las venganzas, los abusos de toda clase de un bando contra otro. La gente malvive con la terrible incertidumbre de no saber lo que va a pasar, temiendo que se va a destruir su trabajo, su familia, su vida entera. No sabe si el vecino es de confianza o le va a denunciar por algo que no ha hecho, teme que venga la guardia, el ejército, los asaltantes, los ladrones de todo tipo. Sabe de muchos que han sido torturados, despedazados, deshechos. No sabe si eso le va a tocar a él o a sus seres queridos. No vislumbra salida a ese túnel, está en el centro de la oscuridad, de la maldad, del sinsentido. Su descanso nocturno, si lo tiene, está lleno de pesadillas.
El autor de esta novela tan realista concentra la acción en tres días tan solo, porque lo importante no es la acción en sí, sino cómo la van pensando y sintiendo los actores de la misma, cómo se preparan para lo que saben ha de venir. Hemingway fue corresponsal de guerra en España, inclinado más bien hacia el lado republicano, pero sin impedimentos para relatar las barbaridades que cometieron los republicanos contra los fascistas, como los llamaban, o los nacionales contra los rojos, como los llamaban. Lo va narrando en un campamento rojo escondido en las montañas de Segovia, que se prepara para el asalto y voladura de un puente, vital para evitar la contraofensiva del bando nacional durante la Ofensiva de Segovia. Es el final de mayo de 1937 y la guerra no está decidida. Los diversos actores están muy bien descritos: Robert Jordan, norteamericano, profesor de español en la universidad de Montana, simpatizante de la república y a quien el general Golz ha encargado la voladura. Se sumerge de vez en cuando largamente en pensamientos sobre el sentido de lo que hace, que seguramente reflejan lo que sintió el mismo Hemingway en su momento. En el fondo rechaza la guerra y matar a otro como una barbaridad, pero sabe que no puede sino hacerlo cuando la ocasión lo exija. Es interesante cómo rezan los unos y los otros antes de entrar en combate, los nacionales por supuesto, pero también los rojos, a escondidas. Es lo que tiene una guerra civil: se matan hermanos, amigos, conocidos de uno y otro bando, y los sentimientos religiosos, supuestamente mal vistos o prohibidos, surgen en los momentos de gran miedo.
En la cueva donde se esconden los milicianos está María, una jovencita que se enamora inmediata y perdidamente de Robert y él de ella. A Pilar, una mujer brusca y cuarentona, que es la que manda realmente en los que están en la cueva, le parecen bien esos amores, que probablemente no podrán continuar. Todo es provisorio e inseguro de un día para otro, sobre todo la vida. De ahí las frecuentes reflexiones sobre la muerte: su alta probabilidad, la nostalgia por los amores que se dejan y por las ocasiones perdidas de ayudar a la victoria. El suicidio surge como alternativa a la muerte, a fin de no caer en manos enemigas cuando han tenido que ser abandonados. Es lo que piensa Jordan, herido en la retirada después de volar el puente, pero no lo hace. ¿Pensó el autor que esa era una manera natural de morir cuando todo se despedaza? De hecho, Hemingway, premio nobel de Literatura y que vendió millones de ejemplares de sus novelas, se suicidó a pocos días de cumplir 62 años.
La narración transcurre con una morosidad enervante, porque Hemingway vuelve una y otra vez a los detalles de las armas, de la preparación de los ataques, de la ropa, de los pinos y sus agujas, de los sonidos, de los recuerdos, de las imaginaciones precursoras de desastres que hay que rechazar…
Es interesante la visión que tiene Hemingway sobre España y lo español: le gustan mucho los toros y compara la valentía del torero con la del soldado; acepta el tono fuerte y brusco, sobre todo de Pilar, a la que ve como la mejor representación de la manera de hablar española; no es religioso, pero entiende que todos se encomienden a Dios y a la Virgen en los momentos más duros.
Publicada en octubre de 1940, esta novela vendió millones de ejemplares y se ha seguido editando.
Julio 2018