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PLENILUNIO

Antonio Muñoz Molina

Madrid, Santillana, 4ª ed. 1997, 485 p.

Cuesta acostumbrarse a la narración, por lo premiosa y acumulativa de detalles, pero luego te atrapan tanto la acción como sobre todo los personajes: el inspector de policía, trasladado desde Bilbao por temor a un atentado y que investiga el sádico crimen de un degenerado; la maestra Susana Grey, separada de un izquierdista obsesivo y mentiroso, que la engañaba con su mejor amiga; el asesino, que va apareciendo gradualmente en la novela, un acomplejado y perturbado sexual, que persigue a niñas preadolescentes; el padre Orduña, jesuita viejo, izquierdista, antiguo profesor del inspector en un colegio de barrio, y que es un retrato literario del P. Llanos; Paula, la segunda víctima del sádico, que se salva por muy poco y que juega un papel clave en su captura. Esos son los personajes principales, entreverados con otros secundarios y que alimentan una trama principal lenta y dura – el asesinato y la persecución policial – junto con otra trama secundaria: la relación amorosa entre Susana y el inspector.

Pero tal vez lo más llamativo sea el estilo de Muñoz Molina, la marea lenta de pensamientos, recuerdos, rememoraciones, sentimientos entreverados con los ambientes, juicios sobre el ser humano, lo religioso y lo político apenas insinuados. Pasan las páginas y la novela apenas avanza, porque no es una novela de acción, sino de tensión emocional, que puede estallar en cualquier momento, pero que lo hará sólo de maneras inesperadas por el lector. El título que el autor da a su novela, Plenilunio, tiene un significado simbólico, es la plenitud de la luz espectral que permite encontrar el cadáver de la niña, y es la eclosión de los afectos en el alma del inspector, siempre sumido en oscuridades afectivas. Siempre creyó el inspector que la mirada delata, y que él encontraría al asesino mirando al rostro de las personas que transitan por la pequeña ciudad, pero no es así, porque el sádico autor de los crímenes tiene un rostro intrascendente y una mirada sin profundidad, que se corresponde con su perturbación mental, como se revela en su discurso final, ya en la cárcel.

Horror, asombro ante las negras profundidades a las que puede llegar el hombre, ternura, rabia, tensión sostenida… son algunos de los sentimientos que despierta en el lector esta novela inolvidable.

Abril 2012

 

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